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Sujeto, Sujeción y Cuerpo

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por Lucas Spinosa

 

“la sublevación de los valores corporales y orgiásticos es una rebelión contra la doble condenación del hombre: la condena al trabajo y a la represión del deseo.”

Pero nos preguntamos ¿qué es sublevarse? ¿Sublevarse es rebelarse? ¿O es revelarse?, es decir volverse el reverso de una imagen en negativo de lo que construimos como sujetos situados históricamente, pero no solo ello, sino re-velarse, volver a ser siendo, pues desde un punto de vista dialéctico nunca somos ni seremos, sino que estamos siendo, y en ello el sujeto se encuentra en un proceso de realización interminable. Así en este movimiento permanente el sujeto toma conciencia de su ser intersubjetivo, es decir que no somos si no es con un otro.

La conciencia entonces es relativa a algo, y ese algo es un objeto. Por ello la toma de conciencia en el mundo capitalista se torna en una objetivación de la relación entre el sujeto y el mundo que lo rodea, romper con ello constituye un proceso de subjetualidad del acto de toma de conciencia, lo que significa abordar el mundo y las relaciones con los otros como un acto intersubjetivo, transformar la relación “sujeto-objeto” por otra “sujeto-sujeto”. Desde una mirada dialéctica esto constituye el devenir de la conciencia en autoconcienca.

“para el cristianismo el cuerpo humano era naturaleza caída, pero la gracia divina podría transfigurarlo en cuerpo glorioso. El capitalismo desacralizó el cuerpo: dejó de ser el campo de batalla entre los ángeles y los diablos y se transformó en un instrumento de trabajo. El cuerpo fue una gran fuerza de producción.”

El proceso de producción tiene su germen en dos elementos fundamentales: a) la apropiación de las cosas, es decir la propiedad privada; y b) la objetualización del cuerpo, es decir el extrañamiento de la capacidad de creación y transformación que tiene el ser humano a través de sus expresiones y de sus labores. Lo que el trabajador produce -y en esto hay que ser precisos: no hablamos solo de objetos concretos, sino también del trabajo intelectual, de objetos inmateriales pero que tienen un valor de uso-, se le revela de forma externa, se le es expropiado, por lo que el sujeto en el mundo capitalista se relaciona con un mundo extraño, externo y objetualizado y a partir de ello el individuo es cada vez menos dueño de sí mismo (cuerpo y mente): Cuanto mas pone el sujeto en el objeto, cuanta más vida pone el trabajador en la mercancía, cada vez menos le pertenece a él esa vida, es decir se vuelve parte del objeto. Por ello, volviendo a los párrafos anteriores quebrar esa lógica “sujeto-objeto” implica la toma de conciencia desde un punto de vista intersubjetivo, y eso solo puede ser transformado por el devenir de la conciencia, que pensándose a sí misma se vuelve siendo autoconciencia, en otras palabras movimiento.

“Así, la rebelión del cuerpo es también la de la imaginación. Ambos niegan al tiempo lineal: sus valores son los del presente. El cuerpo y la imaginación ignoran el futuro: las sensaciones son la abolición del tiempo en lo instantáneo, las imágenes del deseo disuelven pasado y futuro en un presente sin fechas”.

Volvemos entonces a la idea primera de sublevación pero esta vez como revelación y también como rebelión, pues el movimiento de la experiencia de la conciencia nos vuelve Movimiento, no ya solo de moverse, sino en un sentido de participación colectiva, y con esto queremos decir que no hay forma de romper con la objetualización de la conciencia en el mundo capitalista si no es en movimiento constituido en Movimiento (colectivo). Es entonces la práctica colectiva una actitud emancipatoria, aún en el momento de reflexión individual, siempre está presente el otro, objeto en el abordaje de la conciencia occidental, devenido en sujeto en su pasaje hacia la autoconciencia.

El cristianismo –entendido como dispositivo de sujeción- fue entonces una técnica mediante la que el capitalismo occidental logró producir un sujeto alienado, de su cuerpo, de su trabajo, de su creación. Es a partir de esta condición que los individuos libres de las ataduras celestiales impuestas por la sociedad feudal pudieron convertirse en mercancía, en valor de uso. Para que esto ocurra es necesario suprimir el deseo, el goce, la experiencia cotidiana sobre el cuerpo para poder alienar el cuerpo del sujeto, volverlo objeto. La escisión sujeto (sujeto) – cuerpo (objeto) no es más que una de las formas en las que se expresa, como dijimos, uno de los pilares del modo de producción capitalista, la propiedad privada, de manera tal que el cuerpo (y su producto) es expropiado por el capital, que lo moldea, lo transforma y luego lo tira. Mi cuerpo ha sido privatizado.

*Los fragmentos citados pertenecen al libro “El Ocaso de la Vanguardia” de Octavio Paz. PAZ, Octavio. El ocaso de la vanguardia I parte. Plural26, 1973

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